Estoy al borde de una cornisa. Cierro los ojos y abro mis alas.
Salto.
El aire golpea mi cara y entra con fuerza en mis pulmones. Estoy vivo. Mis músculos se tensan después de tanto tiempo sin hacerlo, mis manos acarician las nubes y las deshacen.
Los ojos siguen cerrados. No necesito verlo, sólo sentirlo. Más arriba.
Puedes quitarme la ilusión, pero no puedes quitarme el cielo. Y aquí volveré siempre, porque sólo tengo que cerrar los ojos y acercarme a la cornisa. Entonces nada importa, el tiempo se detiene y soy libre de nuevo.
Bajo y sólo soy un hombre, pero en el fondo sé que no uno más. Soy un hombre con un secreto, un hombre con alas que puede elevarse a lo más alto, que puede tocar el cielo.
Y a veces me confundiré hasta dejar de creerlo, olvidaré que sólo tengo que cerrar los ojos y acercarme a la cornisa. Arrancaré mis alas inservibles con un dolor inimaginable y lloraré por el recuerdo del cielo y las nubes entre mis dedos.
Pero al final volaré, porque puedo volar, porque yo sé que puedo. Y cuando esté en lo alto no me importará lo que no he creído, lo que nadie cree.
Puedes quitarme la ilusión, pero no puedes quitarme el cielo. Y aquí volveré siempre, porque sólo tengo que cerrar los ojos y acercarme a la cornisa. Entonces nada importa, el tiempo se detiene y soy libre de nuevo.