Y sueño que estoy en lo alto de una torre escalonada. Tumbado sobre una fría piedra que deja mi cabeza colgando, cuatro personas sujetan mis pies y manos impidiéndome cualquier movimiento.
Mis ojos están abiertos, pero la noche es oscura. Ninguna luz se ve en el horizonte más que el reflejo de la luna sobre la piedra. El silencio reina, tan sólo perturbado por el murmullo de la masa que se congrega bajo la pirámide.
Subo la cabeza justo en el momento en el que un filo atraviesa mi pecho y abre mi cuerpo en dos. El dolor es tan grande que sobrepasa los límites de la razón. Mi corazón golpea lentamente y con fuerza el aire que ahora le rodea. No grito, no puedo.
En silencio veo como introducen leña en mi pecho abierto y la prenden. El fuego se eleva desde mi interior hasta el cielo. Mientras, mi conciencia se desvanece. Veo figuras que se acercan y prenden antorchas. Mi corazón golpea ahora el fuego, pero este le va venciendo, poco a poco.
Mi cabeza cae atrás. Pierdo la vista cuando varias hogueras empiezan a arder, iluminando, creando la ciudad que se expande cada vez más lejos, abajo, a mi alrededor.
Y por un momento, de nuevo, la oscuridad, la duda. Los años están atados, he pasado de ciclo. Pronto se hará la luz, y caminaré junto al Sol, y nadie podrá detener nuestra marcha.