Para el siguiente experimento disponemos de dos sujetos parientes
de primer orden: madre e hijo. Hubo que recurrir al uso de la fuerza
para separarlos ayer noche y fueron conducidos por separado a celdas
incomunicadas, donde se les dio de cenar y pasaron la noche sin saber
nada el uno del otro.
La mujer, de 32 años de edad, pasó la noche entera preguntando por
su hijo, mostrando un estado nervioso inestable y sin dormir nada. Los
guardias recogieron esa mañana la bandeja de la cena del mismo lugar
donde la habían dejado la noche anterior. Su contenido estaba intacto.
El niño, de 8 años,estuvo llorando las primeras dos horas de
encarcelamiento, pero al final, cenó todo lo que le dieron y pasó la
mayor parte de la noche durmiendo.
A la mañana siguiente, sobre las 7:00, se condujo a ambos sujetos
a la sala de experimentos por caminos separados, sin que pudiesen verse
en el trayecto. El primero en llegar fue el niño, a quien se le ajustó a
la cabeza una corona metálica y se le metió en un habitáculo totalmente
insonorizado de dos metros cuadrados y dos metros de alto, con tres de
sus paredes de hormigón y la cuarta de cristal opaco que se asemejaba a
un espejo desde el interior y permitía ver lo que se hacía dentro desde
el exterior. Dentro de la cámara había un pequeño cuadro de mandos con
un solo botón y un pequeño altavoz.
Dos minutos después se hizo entrar a la madre, a quien se la sentó
en una silla enfrente de la pared de cristal del habitáculo desde donde
podía ver a su hijo. Le quitamos la ropa, se le ataron muñecas y
tobillos para que no pudiese moverse y se le colocaron un total de 20
cables por el cuerpo, sujetos por dos cinturones metálicos, que estaban
unidos al botón del habitáculo y que iban a dar a la sala de control de
la nave, donde había un intensificador de potencia. También se puso en
su mano un interruptor que estaba conectado a la corona metálica del
niño y de ahí a la sala de control.
La mujer opuso resistencia en todo momento, pero al ver que no podía
moverse, los guardias se retiraron y los cuatro científicos entramos en
la sala de control, donde nos sentamos y esperamos hasta las 7:30, hora
en que estaba programado que empezase el experimento.
A las 7 :29 se informó a la mujer que de que si apretaba el interruptor
causaría la muerte instantánea de su hijo. Intentó tirarlo pero estaba
atado a su muñeca, por lo que permaneció colgando cerca de su mano.
Con ésto, a las 7:30 empezó el experimento.
Pusimos la ruleta que intensificaba la potencia en la primera de sus
siete posiciones y se le pidió al niño por megafonía que apretara el
botón que tenía delante. Al ver que dudaba, le dimos una pequeña
descarga eléctrica en la corona que llevaba puesta, por lo que se dio
cuenta que debía obedecer y apretó el botón. En ese momento la madre
recibió una gran descarga en cada uno de los 20 bornes que había sobre
su cuerpo y emitió un grito de dolor. Después empezó a gritar toda clase
de improperios hacia donde nos encontrábamos.
Pedimos al niños que apretase el botón de nuevo, lo que hizo
rápidamente bajo la mirada y los gritos de su madre, a la que no podía
ni ver ni oír.
Después de tres pulsaciones mas subimos un punto la ruleta.
El niño presionó de nuevo el botón, lo que produjo una descarga
mayor que las anteriores en el cuerpo de la madre, proseguimos otras
cuatro veces y subimos de nuevo la intensidad.
Cuando llegamos al quinto punto de la ruleta y pedimos al niño que
apretara el botón otra vez, la madre había dejado de gritar y agarraba
con fuerza el interruptor que tenía en la mano. Las quemaduras que tenía
donde estaban las terminaciones de los cables eran bastante grandes,
tenían una color negruzco y supuraban. Soportó la fortísima descarga de
electricidad apretando los dientes y salió una especie de humo de ella,
mientras las lágrimas escurrían por su cuerpo hasta las quemaduras y
caían al suelo.
Aumentamos otro punto en la ruleta y el niño apretó el botón de
nuevo. La mujer quedó semi-inconsciente después de la descarga, pero aún
mantenía los ojos abiertos y miraba a su hijo a través del cristal,
aferrando con fuerza en su mano derecha el interruptor que le habíamos
dado.
Subimos al último nivel la ruleta y le pedimos al niño que diese
por última vez al botón. La madre miró a su hijo con cara de
desesperación, pues sabía que si tocaba de nuevo el botón no aguantaría
una nueva descarga. Agarró fuertemente el interruptor y puso el dedo
gordo sobre él, pero sin querer pulsarlo.
Y en ese momento el niño levantó la mano para dejarla caer de
nuevo, pero antes de hacerlo se desplomó contra el suelo después de una
fuerte descarga eléctrica contra su cabeza que le quitó la vida. La
mujer había pulsado el interruptor y después había quedado
inconsciente.
El experimento acabó a las 8:42, guardamos nuestros cuadernos y se
mandó entrar a los guardias que recogieron a ambos sujetos y dejaron a
la mujer en el mismo lugar de donde se la había cogido la noche
anterior.
