La cita en el exterior


   Vale, ya he esperado bastante. Ya no puedo estar más tiempo aquí, no aparecerá. Me voy.



    No, no pongas esa cara. Tengo que seguir adelante, no queda más remedio. No todo se ha perdido…

   "…confía en mi, cuando llegue el momento nos veremos en este lugar, los dos sabremos cuando…"

    ¿Por qué lloro? ¿por qué? ya sabía lo que pasaría, sólo en los cuentos ocurren estas cosas, ha pasado ya mucho tiempo ¿cuanto hace? ¿seis años? casi seis años, si. Demasiado tiempo, a saber lo que habrá pasado en estos seis años.



    No. Esperaré un poco más. Tiene que aparecer, lo prometió… yo lo prometí. No he esperado suficiente… ¡es el momento! yo lo se, los dos lo sabemos. Necesita más tiempo, eso es todo…

"..siempre estaré contigo, lo sabes. Cuando esté triste o tenga miedo pensaré en este lugar, en este momento. Pensaré que cada minuto que pase es un minuto menos para que nos volvamos a encontrar aquí. Haz tú lo mismo…"

    ¿Y si no aparece? Joder, nunca he tenido tanto miedo. Al menos antes tenía su recuerdo, tenía este momento, tenía este lugar… ahora no tengo nada…



    No es para tanto, cálmate. Ha pasado mucho tiempo. Puedo rehacer mi vida, de hecho no está deshecha. Me voy. No tengo porque pasar por esto por más tiempo.

"…siempre te llevaré conmigo. Volveré. Nunca olvidaré mi promesa. ¿Me oyes? Nunca."

    Me voy. No es bueno estar aquí. No debí escaparme esta tarde, como tampoco debí hacerlo aquel día. Mi vida habría sido normal, como la de todos los demás. No debía haber visto lo que vi, no debía haberla visto aquí… tendría que haber hecho caso de los consejos, de las voces que gritaban a mi espalda antes de atravesar la puerta y salir a este lugar. Antes de que la claridad de la noche me envolviese y su luz me cambiase la vida para siempre.



    ¿Qué pensará mi mujer? Hace un rato que la abandoné en la cama. Debería volver con ella. Seguro que creerá cualquier cosa que la cuente. La quiero, pero tenía que hacer esto. Ahora ya me he dado cuenta de todo… Ella nunca me creyó. Y lo peor de todo es que tenía razón… Maldita sea, cuatro años de mi vida perdidos…



Me voy. No aparecerá, no puedo estar más aquí.

**********

    Cogió el camino de vuelta y se volvió a meter por la oxidada puerta metálica. Al cerrarse tras de sí se sintió de nuevo protegido por la floja luz fluorescente que le había acompañado toda su vida y por las paredes de hormigón que le protegían frente al mundo exterior. Él sabía que no existía peligro en ese mundo exterior, no te brillaban los ojos de manera extraña ni perdías el apetito estando todo el día poseído por un influjo que no te dejaba pensar, como le habían contado muchas veces en la escuela. Aún así algo malo debía haber en aquel mundo que creaba esas extrañas ilusiones como la que él había visto ese día hace seis años. Algo extraño encerraba esa oscura claridad que hacía verlo todo como si de un sueño se tratase, con todos los colores transformados en un gris con un sin fin de matices.

    Cogió de nuevo el túnel que llevaba a su casa. Nadie le esperaba, nadie le había visto, se sintió tranquilo por eso. Todo era muy distinto a aquél día cuando con 17 años volvió por aquella puerta y un grupo de policías de la colonia se le llevaron para hacerle pruebas. Estuvo casi dos años encerrado para que no contaminase a nadie, pero le daba igual. Tenía fuerzas para seguir, tenía esperanzas en volver a verla. Él nunca olvidó su promesa y ahora le costaba creer que todo fuese mentira, que ella nunca hubiese existido. Era imposible que le hubiese olvidado, que no hubiese cumplido la promesa que había hecho. Sólo quedaba que fuese todo una alucinación. Que todo lo que había vivido hace seis años no hubiese existido.

    Después de pasar los dos años encerrado le volvieron a dejar en libertad. La noticia de que había estado en el exterior no se extendió mucho y fue ocultada lo máximo posible, pero seguía vigilado en todo momento. Pensaron que estuvo poco tiempo y siendo aún tan joven, lo único que le había pasado eran aquellas alucinaciones que nunca había contado pero que a veces balbuceaba en sueños. En fin, tenía suerte, nadie vuelve una vez ha estado en el exterior…

    Pero siempre había alguien detrás suyo, alguien avisado para que no estuviese solo nunca. Por eso se casó, tenía que separarse de sus padres a quien habían recomendado que no le perdiesen de vista y de aquellos amigos con los que nunca más estaría a gusto. Desde hacía seis años no había estado sólo en ningún momento y el pequeño romance que tuvo con su actual mujer, que no sabía nada, le sirvió para que todos creyesen que ya se había olvidado de todo, que su vida era normal, que estaba, de nuevo, plenamente adaptado a la colonia.

    Realmente no se casó con ella sólo por eso. La quería, sabía que no podría competir con su sueño exterior, pero estaba a gusto con ella, tanto que le había confesado su secreto. Cuando se lo dijo ella rió, no sintió miedo como hubiese hecho cualquier otra persona, simplemente le preguntó, mientras se acercaba a él con intención de besarle, si la abandonaría por su otro amor. Él se apartó y, mirándola muy serio, le dijo que sí. Ella siguió riendo. De vez en cuando soltaba alguna broma, cuando estaban sólos, pues el tema no se podía tratar en público y ella lo sabía. Pero realmente él pensaba que nunca le había creído, que le miraba con pena pensando en lo horrible que había sido estar ahí fuera, donde no había protección posible para estar.

    Todo estaba tranquilo cuando salió al túnel principal de la colonia. La calle no estaba muy animada. Sólo quedaban unas 23 personas en la avenida, o bien arrastrándose a su casa después del trabajo, o bien demasiado borrachos como para fijarse en él y en el túnel de donde salía. Nadie se extrañó porque nadie se fijó en él siquiera.

    Llegó a su casa. Su mujer dormía en la cama. Se desvistió y echó la ropa a lavar. Después de eso se metió en la ducha. Mientras el agua se arrastraba por su cara dejó, por fin, que las lágrimas se mezclasen con ella en un llanto mudo lleno de dolor. No podía creer lo que había pasado esa noche. La noche que debía ser la más importante de su vida.

   Al salir se secó y se puso el pijama deseando que su mujer estuviese dormida para poder abrazarse a ella lo más fuerte posible, para poder sentir que aún le quedaba algo a lo que poder agarrarse para seguir viviendo.

    Llegó al cuarto y la vio dormida. Se metió en la cama y la abrazó.
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