Mal despertar


A Sophia, por inspirarme y
aguantarme, tanto en los buenos
como en los malos despertares.

   El día había empezado gris. Una pequeña llovizna empapaba las sobrias caras de lunes que habían decidido enfrentarse a una nueva jornada.

   Él había decidido no hacerlo. Tumbado boca arriba en la cama, la ventana le devolvía la misma imagen de rutina de siempre. Aquella imagen que le acompañaba día tras día, mañana tras mañana… Dos tristes cipreses se balanceaban en la sombra del día que comienza. De fondo, una papelera oxidada se quejaba de la fuerza del viento.

   Sonó el teléfono:
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