Todo está oscuro… nada se oye… sólo el zumbido que aquel mal
día había aparecido en tus oídos y volvía siempre que los demás sonidos
se callaban.
Tu corazón palpita en tu cabeza incansable, fatigoso, triste,
violento, incontenible; No quiere callar, no te deja olvidar.
Te llamas Ignacio Fuente García y te quedan 10 segundos para
morir…
*****
La mañana comenzó como cualquier otra mañana de sábado. Te
levantaste tarde, tan tarde que la resaca no era mas que un ligero dolor
que una aspirina se encargó rápidamente de quitar de tu cabeza. Te
asomaste a la terraza para saludar al sol que atacaba desde lo mas alto
con sus potentes rayos de principio de verano. Un aire húmedo anunciaba
tormenta. Entraste de nuevo y te pusiste a preparar algo de comer aunque
no tenías hambre. Tus padres habían salido, pero no les echaste de
menos, ni un solo recuerdo en todo el día, gozabas con tu soledad en esa
pequeña casa sabiendo que no duraría mucho… Cinco horas después
volvías a estar sobre la encimera de la cocina, pero esta vez para una
cosa muy distinta; aquella mancha blanca que había sobre ella duró justo
lo que tu nariz tardó en pasar por encima. Levantaste tu cabeza y
aspiraste de nuevo. Al bajarla una algarabía de sonidos volvió a ocupar
tus oídos después de la pausa.
La casa estaba a rebosar, la fiesta había sido un éxito y era el
momento de salir a continuarla por las calles.
Pensasteis que lo mejor sería ir a una discoteca y así lo hicisteis.
Antes de entrar te pareció oír tiros en la esquina de abajo, la doblaste
y había uno para ti. Perfecto, ya podías entrar, nada te daba miedo, ni
siquiera la gran persona que te esperaba en la puerta. Después del cruce
de miradas, depositaste 20€ en el mostrador y pasaste.
Una copa, dos, tres… alguien te metió algo en la boca; la
siguiente vez no necesitaste su ayuda. Cuatro copas, cinco… la visita
de rigor al baño… seis copas, una nueva visita para empolvarte la
nariz… entonces la viste y te acercaste a ella, te presentaste y
comenzaste a hablar. Al principio no parecía que te hiciese mucho caso,
pero su interés comenzó a subir a la vez que tu insistencia. Ya era
tuya, lo sabías, pero justo cuando ibas a pedir que te acompañase a casa
notaste un fuerte golpe en la espalda. Al levantarte otro puñetazo te
dio en la barbilla, y otro mas en plena ceja. Un circulo se abrió a
vuestro alrededor, cerrándose justo cuando tus colegas se hicieron con
los mejores puestos en la primera fila y se abalanzaron sobre el novio
de la chica.
Saliste del local arrastrándote y pusiste rumbo a tu casa, aquella
noche ya habías tenido bastante y no querías alargarla mas de la cuenta.
Los golpes recibidos te dolían horrores.
Como un niño que hace poco había aprendido a andar, te pones a
caminar, y al torcer de nuevo la milagrosa esquina la ves. Tenía la
misma mirada, incluso jurarías que la misma pose, que la primera vez que
la habías visto. La miras, bajas la mirada, pero ella te sigue hasta la
puerta de tu casa. La miras de nuevo. Y, como no, la invitas a subir. La
pasión estalla nada mas cerrar la puerta. Sólo una cosa queda por acabar
antes de consumar el acto. La apartas con cariño y la pides que te
perdone un momento, el “no lo hagas” que sale de sus labios es sepultado
por el portazo proveniente del baño.
El blanco sobre blanco que acabas de provocar en la taza pronto es
subsanado; se acabó, no te queda mas, tus ojos están abiertos, tus
pupilas dilatadas y tu cara ensangrentada.
Sales a su encuentro de nuevo, pero ella no está; buscas por toda la
casa, no, no está. Te tumbas en la cama, te duele la espalda, la
barbilla, la ceja, la nariz, el estómago y también el corazón. Cierras
los ojos y los vuelves a abrir…
Entonces todo está oscuro… nada se oye… sólo el zumbido que
aquel mal día había aparecido en tus oídos y volvía siempre que los
demás sonidos se callaban.
Tu corazón palpita en tu cabeza incansable, fatigoso, triste,
violento, incontenible; No quiere callar, no te deja olvidar.
Te llamas Ignacio Fuente García y te quedan 10 segundos para
morir…
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