Todo está oscuro


     Todo está oscuro… nada se oye… sólo el zumbido que aquel mal día había aparecido en tus oídos y volvía siempre que los demás sonidos se callaban.

     Tu corazón palpita en tu cabeza incansable, fatigoso, triste, violento, incontenible; No quiere callar, no te deja olvidar.
   
     Te llamas Ignacio Fuente García y te quedan 10 segundos para morir…

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     La mañana comenzó como cualquier otra mañana de sábado. Te levantaste tarde, tan tarde que la resaca no era mas que un ligero dolor que una aspirina se encargó rápidamente de quitar de tu cabeza. Te asomaste a la terraza para saludar al sol que atacaba desde lo mas alto con sus potentes rayos de principio de verano. Un aire húmedo anunciaba tormenta. Entraste de nuevo y te pusiste a preparar algo de comer aunque no tenías hambre. Tus padres habían salido, pero no les echaste de menos, ni un solo recuerdo en todo el día, gozabas con tu soledad en esa pequeña casa sabiendo que no duraría mucho… Cinco horas después volvías a estar sobre la encimera de la cocina, pero esta vez para una cosa muy distinta; aquella mancha blanca que había sobre ella duró justo lo que tu nariz tardó en pasar por encima. Levantaste tu cabeza y aspiraste de nuevo. Al bajarla una algarabía de sonidos volvió a ocupar tus oídos después de la pausa.

     La casa estaba a rebosar, la fiesta había sido un éxito y era el momento de salir a continuarla por las calles.
Pensasteis que lo mejor sería ir a una discoteca y así lo hicisteis. Antes de entrar te pareció oír tiros en la esquina de abajo, la doblaste y había uno para ti. Perfecto, ya podías entrar, nada te daba miedo, ni siquiera la gran persona que te esperaba en la puerta. Después del cruce de miradas, depositaste 20€ en el mostrador y pasaste.

     Una copa, dos, tres… alguien te metió algo en la boca; la siguiente vez no necesitaste su ayuda. Cuatro copas, cinco… la visita de rigor al baño… seis copas, una nueva visita para empolvarte la nariz… entonces la viste y te acercaste a ella, te presentaste y comenzaste a hablar. Al principio no parecía que te hiciese mucho caso, pero su interés comenzó a subir a la vez que tu insistencia. Ya era tuya, lo sabías, pero justo cuando ibas a pedir que te acompañase a casa notaste un fuerte golpe en la espalda. Al levantarte otro puñetazo te dio en la barbilla, y otro mas en plena ceja. Un circulo se abrió a vuestro alrededor, cerrándose justo cuando tus colegas se hicieron con los mejores puestos en la primera fila y se abalanzaron sobre el novio de la chica.
Saliste del local arrastrándote y pusiste rumbo a tu casa, aquella noche ya habías tenido bastante y no querías alargarla mas de la cuenta. Los golpes recibidos te dolían horrores.

     Como un niño que hace poco había aprendido a andar, te pones a caminar, y al torcer de nuevo la milagrosa esquina la ves. Tenía la misma mirada, incluso jurarías que la misma pose, que la primera vez que la habías visto. La miras, bajas la mirada, pero ella te sigue hasta la puerta de tu casa. La miras de nuevo. Y, como no, la invitas a subir. La pasión estalla nada mas cerrar la puerta. Sólo una cosa queda por acabar antes de consumar el acto. La apartas con cariño y la pides que te perdone un momento, el “no lo hagas” que sale de sus labios es sepultado por el portazo proveniente del baño.

     El blanco sobre blanco que acabas de provocar en la taza pronto es subsanado; se acabó, no te queda mas, tus ojos están abiertos, tus pupilas dilatadas y tu cara ensangrentada.
Sales a su encuentro de nuevo, pero ella no está; buscas por toda la casa, no, no está. Te tumbas en la cama, te duele la espalda, la barbilla, la ceja, la nariz, el estómago y también el corazón. Cierras los ojos y los vuelves a abrir…

     Entonces todo está oscuro… nada se oye… sólo el zumbido que aquel mal día había aparecido en tus oídos y volvía siempre que los demás sonidos se callaban.

     Tu corazón palpita en tu cabeza incansable, fatigoso, triste, violento, incontenible; No quiere callar, no te deja olvidar.

     Te llamas Ignacio Fuente García y te quedan 10 segundos para morir…

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